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y poderoso; los ignorantes el más acomodado y sabio maestro, los doctos, y todos un libro abierto y animado donde leer la voluntad de Dios. Su Iglesia ha perdido una de sus más firmes columnas, y el remo de España un sol que alumbraba á los más ciegos, y abrasaba á los más helados. ¡Qué incomprensibles son las justicias del Señor! ¡Cuándo más necesitábamos de la predicación de este hombre apostólico, nos lo arrebata: hágase su santa voluntad!” Tal fué el vacío que el beato Diego dejó en España cuando sa- lió de este mundo para la eternidad, vacío que existe todavía, pues si bien en nuestro siglo no han faltado voces poderosas que han defendido la santa causa de Dios y de su Reino, que es tam- bién la del hombre, sin embargo no se ha presentado, no ha SUrgi- do entre nosotros un misionero tan grande como él, así en la pre- dicación como en las demás obras propias del ministerio sacerdotal, y ese hombre extraordinario, ese representante de Dios, ese minis- tro de su eterna misericordia nos hace falta, y así como nos lo en- vió antes que estallaran las profundas perturbaciones que nos han conmoyido, es de desear que nos envie otro semejante á él, para reparar las ruinas que se han acumulado en España en el curso de este borrascoso siglo. ¿Quién no conoce la necesidad que tenemos de un hombre providencial, pero providencial no el orden de la Justicia, sino en el orden de la bondad y de la misericordia? Las naciones, como los indivíduos, no pueden soportar largo tiempo la severidad del castigo, y después de haberlo experimentado necesi- tan respirar el blando céfiro de la benignidad y clemencia del Señor. CAPITULO XVIIT. Beatificación del beato Diego. El día en que murió el beato Diego fué un día de luto para toda la nación; pero así como el grande apóstol se llevó á España en su corazón á lo alto de los cielos, España lo guardó también en el suyo. Nó, España no ha olvidado jamás al ilustre Misionero que la regó con sus sudores, la edificó con sus virtudes, y la iluminó con su doctrina, muy al contrario, España entera ha trabajado con entusiasmo para coronarlo de gloria y de honores, y elevarlo á me: A A a

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