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— 124 — el Provincial titubeó hácia dónde inclinarse, consultó con algunos Religiosos, pero principalmente con Dios, y reflexionando el asun- to tan grave é interesante á su honor y al de toda la Orden en que estaba ocupado, á que en las ciudades infestadas había Comuni. dades nuestras muy crecidas, y que se dedicarían todas, como lo hicieron con edificación ejemplarísima, á la asistencia de los pa- cientes, y que también por otras razones Ja conservación de Fray Diego era muy útil á toda la nación, se decidió á favor de los ron» deños, y respondió á su súbdito que de ninguna manera saliese de allí, y que siguiese sus ocupaciones, y clamase á Diosy á la Señora de la Paz alejase de nosotros tanta calamidad y castigo.” “Obedeció resignado el humilde súbdito, y continuando sus tareas se acercaba al término de su preciosa vida que se cumplió el 24 de Marzo del año inmediato.” No deben admirarnos estos sentimientos del beato Diego: en todas las calamidades su grande alma se “abría á la compasión y al amor del prójimo porque ardía en las llamas del amor divi- no. En una ocasión que le dieron la noticia de que una persona había muerto impenitente según todas las apariencias, lloró amar- gamente por espacio de varios días. En las sequías, lluvias exce- | sivas, epidemias y demás azotes oraba al Padre de las misericor- dias mucho más de lo acostumbrado, y hacía penitencias extraor- dinarias; era pues muy natural que tan apostólico varón desease vivamente volar al socorro de los apestados, no sólo para asistirlos en lo temporal, sino también, y mucho más, á fin de prestarles los auxilios espirituales. La enfermedad crónica y habitual que le molestaba se agravó en los últimos días, y en la tarde del día 19 de Marzo, se inició la indisposición que durante la noche se acentuó, y en la mañana siguiente le impidió levantarse. La asistencia de los médicos fué necesaria, lo sangraron dos veces, le pusieron cáusticos, y mien: tras todos procuraban prolongar sus días y restablecer su salud,él decia con la mayor tranquilidad y santa resignación: “La última enfermedad nadie la cura: esto no tiene remedio.” Pidió le administrasen los Santos Sacramentos que recibió con tanta fe, tanta piedad y tanto fervor que todos los circunstantes estaban profundamente conmovidos y edificados: jamás le habían visto tan elevado hácia Dios y desprendido de las cosas de la tie-
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