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— 116 — al ver escrita en él la bondad y amor que Dios manifiesta á quien le ama, y sin libertad, ó sin poderme contener, exclamo muchas ve- ces: ¡Cuán bueno es el Dios de Israel para aquellos que tienen un corazón recto!” "Los santos Evangelios son para mí encanto, delicias y escue- la, no acierto á soltarlos de la mano, en ellos veo más claro que la luz el infinito amor de Dios al mundo dándole su Hijo en Reden- tor: su vida, pasión y muerte me conmueven de suerte que no sé cómo no desfallezco en su lectura: sus documentos y doctrinas me enseñan en todo, y quisiera ajustar á ellas mis respiraciones. Las Epístolas, en especial las de San Pablo, convienen mucho con mis deseos y genio: mientras más las leo, más hallo en ellas de no- vedad: me han hecho cobrar mucho amor al santo Apóstol, y en ellas aprendo el modo de vivir de suerte que predicando á otros no me haga réprobo. El Apocalipsis lo leo con miedo y con espanto, no sé explicar la viveza con que veo en él descubiertas las eternas miserias del prescito, y las interminables felicidades del predestina- do: no sé á qué número pertenezco, y esta consideración me hace gemir y llorar sobre este libro, cuyos misterios, por otra parte, me enagenan considerando la grandeza, magnificencia y gloria de mi Dios, y de los que con él viven en su Reino: soy un bruto indómi- to en sus pasiones, pero ellas serían demasiadamente monstruosas si no las refrenase con el estudio y oración que sigo con tesón.” Su lectura espiritual indispensable para mantenerse habitual- mente en la oración vocal y mental, era el libro de ejercicios titu- lado: El capuchino retirado, el tratado de la oración por el P. Mo- lina, y los escritos de nuestros incomparables ascéticos Fr. Luís de Granada, Luís dela Puente, el beato Juán de Avila, Sta. Teresa y S. Juán de la Cruz. Nada diremos de sus éxtasis y de sus raptos, efectos de su alta y profunda contemplación, porque lo que más interesa es inculcar á fondo la necesidad de la oración vocal y mental, y que el hom- bre es bueno, mejor ú óptimo según que ora más ó menos, y con mayor ó menor fervor y perseverancia, y que sin oración es impo- sible ser bueno. La penitencia en cuanto significa maceración de la carne está preconizada en el santo Evangelio como una virtud de alta impor- tancia: todos los santos la han practicado con más ó menos rigor,
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