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— 115 — vocal, porque lo que es la digestión para la nutrición y la salud del cuerpo eso es la meditación para la salud y robustez del alma. Para penetrarse bien de las verdades eternas es preciso meditarlas, para conocer bien los beneficios de Dios es indispensable pensar en ellos con frecuencia. Nada se ama si primero no es conocido: lo que está lejos de los ojos está lejos del corazón. Estas profundas verdades que son Otras tantas leyes de nuestra naturaleza indican la” necesidad de la oración mental porque sólo ella nos hace conocer á fondo las verdades eternas de la religión, las aproxima á nuestro espíritu, y las hace pasar á la sangre y á la sustancia de nuestro corazón. No se contentaba el beato Diego con dedicar cinco horas cada día á la oración mental, sino que estudiaba de tal manera que el mismo estudio era para él una contínua meditación. ”El sagrado libro del Génesis, --escribía en cierta ocasión a un eclesiástico, —sujeta mi natural soberbia porque me enseña, entre tras verdades, lo que fuí, lo que soy, y lo que seré, pues que me recuerda á cada paso que volveré á ser polvo, aunque mi vida fue- se más dilatada que la de los Patriarcas que en él se nombran. Los otros libros del Pentatenco me alimentan mucho viendo en ellos el cuidado y menudencia con que Dios se hace Maestro de su Pueblo, instruyéndole hasta en las más mínimas ceremonias del rito y culto interior y exterior con que quiere ser adorado y servi- do, y procuro arreglarme á los preceptos que allí aprendo. Los libros de los Jueces y Reyes me dan á conocer el esmero con que Dios cuida de su Pueblo, las vicisitudes de las cosas terrenas, la fuerza de las pasiones á que estoy sujeto, y que nada adelanto en ser llamado ó elegido si no Correspondo fielmente á mis éncargos. Los santos Profetas me aterran porque veo en ellos 4 Dios dibuja- do bajo símiles y figuras capaces de amilanar al espíritu más gl- gánte, porque me ponen como de bulto los terribles golpes de su espada ó justicia, y con frecuencia hacen resonar á mis oídos estas voces: “Cuando el león ruge en la selya ¿quién no tiembla? Los li- bros sapienciales llaman much mi atención, y así los leo más pa- ra aprender bien qué cosa es la virtud, cuanto debo amarla por su bondad y nobleza; qué es el vicio, y cuánto debo aborrecerlo por su deformidad y sus efectos. El libro de los Cánticos sirve de dila- tación y consuelo en mis tristezas, no puedo contener mi alegría

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