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— 113 — cesario dejar en la sombra para no dejar en mal lugar personas de cierto carácter, se prohibió terminantemente á nuestro Beato el ocuparse en la dirección espiritual de las almas, sintió viva- mente tan severa medida, pero la soportó con paciencia; hé aquí sus propias palabras: “Con este motivo padecía mi espíritu una muy fuerte contra- dicción, sentía combatir en mi interior dos leyes que á mi parecer venían de un mismo principio que yo no podía concordar.” “Me veo colocado entre dos corrientes que me combaten igualmente: coarctor ex duobus: Paciencia, paciencia! sigámos el orden de los que nos mandan en lugar de Dios: mucho he padecido, mucho más me resta que padecer, pero no temo.” Este lenguaje revela que no era insensible, y que los ataques ú su reputación le causaban la más profunda y penosa impre- sión. Sintió toda la violencia del combate, pero se dominaba con mano firme: en eso está su mérito. En la apología que tuvo que escribir para vindicarse de las mu- chas y graves acusaciones con que le atacaban sus adversarios, y que no pudo concluir por habérselo impedido la muerte, da una hermosa prueba de su humilde paciencia ya por la modestia con que se defiende, ya por el respeto, justicia y caridad con que trata á sus émulos. No debemos admirarnos que el beato Diego tuviera adversarios: lo admirable sería que no los hubiera tenido: los tuvo S. Jerónimo, los tuvo $. Juán Crisóstomo, los tuvo S. Gregorio Nacianceno, los tuvo S. Atanasio. ¿Y qué diremos de Santa Tere- sa, de S. Juán de la Cruz, del beato Juán Bautista de la Concep- ción y de tantos otros nacionales y extranjeros? Los tuvo el mis- mo Jesucristo y muchas veces se vió obligado á hablar contra las calumnias de que era objeto, y dijo á sus Apóstoles: Si 4 mí mo han llamado seductor, impostor, perturbador, amigo de pecadores y aliado de Satanás, con cuánta más razón no dirán otro tanto de vosotros! el ministro no es de mejor condición que su Señor, ni el discípulo que su Maestro. Bendecid á los que os maldicen: rorad por los que os persiguen y calumnian: haced bien á los que os ha- cen mal. Sed pacientes, y con la paciencia poscereis vuestro co- razon. A esa sapientísima y santísima ley ajustó el beato Diego su 15

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