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— 108 — con qué sentimientos sobrellevaba tan crueles enfermedades? hg aquí cómo se explicaba él mismo á los que le asistían: “Solo Dios sabe, hermanos, lo que mi carne y mi espíritu pade- cen en estas operaciones: para sostenerme en ellas me es indispen- sable prevenirme con la memoria de mi Señor Jesucristo, y de su paciencia en dejarse desnudar en el Calvario,“ En otra ocasión, hablando de la gravísima enfermedad que dos años antes había tenido también en Ronda, escribía á uno de sus Directores espirituales: “Gracias al Señor voy convaleciendo, pero cuando saca la cabe. za el dolor de las entrañas me estremezco y lleno de susto temiendo si me faltará la paciencia, si arrecia cual suele. Mis ingratitudes me hacen temer más, pues por ellas soy acreedor á que el Señor no Ine socorra con sus auxilios como hasta el presente: para que tal no suceda, clamo, y clame V. conmigo al cielo.... Enesta tormenta, el interior ¡Dios sea bendito! se ha conservado en paz; pero no soy tan invencible ni tan de bronce, como V. decía: van ya muchos golpes, no puede esto durar: hágase la voluntad de Dios, y sírvale yo cual debo sufridu y alegre en el padecer.” La misma paciencia acreditaba con los muchos trabajos que pa- decía en las misiones: en los viages, casi siempre exclusivamente á pie, sufría los rigores y las inclemencias propias de las estaciones del tiempo en que viajaba, y de los países que recorría, con la más admirable igualdad de ánimo: jamás se le oyó una queja. No en- contraba siempre y en todas partes la hospitalidad deseable. Des- pues de jornadas muy penosas, era rechazado con la mayor impolí- tica y grosería aun de aquellas personas que parecen más agenas á esas faltas de caridad y de cortesía. En semejantes ocasiones procura- ba moderar el disgusto de sus compañeros, y recordándoles la man- sedumbre de nuestro Señor Jesucristo, que no quiso hacer bajar fuego del cielo para castigar á la ciudad inhospitalaria, les decía: “Nuestra misión, hermanos, es también una misión de paz y de amor: no venimos para perder sino para salvar: estas contrariedades son gajes del ministerio apostólico, y es preciso ejercerlo con mu- cha paciencia como ministros de Dios.“ Nada diremos de la paciencia con que el beato Diego sobrelle- vó las tentaciones contra su vocación y la esperanza: nada diremos de la paciencia con que sobrellevó las arideces espirituales, los dis-
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