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306 = prender cómo los pueblos le tenian en tan grande veneración, se en- tusiasmaban al verle, y se conmovían al oir su palabra. Hé aquí un hijo dignísimo del ilustre patriarca S. Francisco de Asís: de él había aprendido tan nobles y cristianos sentimientos co- mo éste los había aprendido de nuestro Señor Jesucristo: hé aquí un hermoso modelo que la divina Providencia ha dado en estos tiempos tan perturbados por el orgullo. De la soberbia nacen, en efecto, esos grandes errores religiosos, sociales y políticos que todo lo tienen conmovido, que todo lo amenazan. El Evangelio eterno del Hijo de Dios no parece suficiente para resolver todos los problemas, La soberbia encuentra en él deficiencias, lagunas, parcialidades, imposibilidades de distintos órdenes, y ha querido dar á los pueblos otro código fundamental, así paralo económico como para lo políti- co, y ha llamado progreso, cultura, libertad, al planteamiento de las doctrinas por ella inventadas. ¿Y cuál ha sido la consecuencia? Nadie lo ignora: la confusión y el desorden han penetrado en la sociedad á proporción que su mo- do de ser se ajustaba á las teorías de la razón emancipada de Dios; que la tempestad arrecia á medida que los pueblos se internan en el vasto oceano de la filosofía impía. Escuche la sociedad moderna la palabra de Jesucristo: aprenda de él á ser humilde de corazón, y recobrará la tranquilidad perdida. La sed de honores y de indepen- dencia no es menos abrasadora y funesta que la sed de dinero y de placeres, no produce fiebres menos agudas y peligrosas. Vuelva nues- tra querida España sus ojos al beato Diego, agrúpese en torno de él como hicieran nuestros padres, escuche su palabra de vida eter- na y no perecerá en las borrascas que sobre ella han desencadena- do los apóstoles del error y los falsos reformadores. CAPITULO XIV. Paciencia del beato Diego en las adversidades. Nos exhortan el Príncipe de los Apóstoles y el Doctor de las gentes que fijemos nuestras miradas en nuestro Señor Jesucristo, blanco de todas las contradicciones, para que viendo la admirable pa-
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