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E ma inmarcesibles de la castidad, en todas las festividades de la San- tísima Virgen renovaba el voto de castidad, tenía una especial de- voción 4 Santo Tomás de Aquino, cuyo cordón usó por espacio de muchos años, y al castísimo y penitente joven S. Luis Gonza- ga, cuya oración recitaba todos los días. Todas las mortificaciones y oraciones que hacía los miércoles y sábados las ofrecía á la San- tísima Virgen para que le alcanzara del Señor especialmente la gracia de la castidad. Tan enamorado estaba de ella que solía decir que en caso de tener la gloria de morir mártir como desea- ba, si Dios le diera á elegir la virtud particular en cuya defensa prefería derramar su sangre, preferiría, entre todas las virtudes cristianas, la castidad. ¡Tan grande era el amor con que la amaba! tanta la impor- tancia que la concedía! Hé aquí un modelo digno de proponerse á la admiración y á la imitación de los pueblos. Uno de los vicios que más graves y profundos trastornos causan á las sociedades humanas, es indu- dablemente la impureza. Ella es el más material de todos los vicios: en todos los demás hay algo de inteligencia, y por lo mis- mo son más graves, encierran mayor malicia, y deslumbran más ó menos de modo que la gravedad parece que queda envuelta en los resplandores de la inteligencia. En la impureza sucede to- do lo contrario: avergiienza y confunde de una manera especial porque el espíritu queda absorbido en la materia: hay crímenes cuya perpetración requiere mucho arte, mucha habilidad y destre- za, mucha inteligencia, la impureza no requiere facultades eleva- das, ni grandes conocimientos. Por esta razón la impureza es el vicio que materializa más las sociedades, el que más enerva los caractéres, el más general y perturbador. ¡Qué gracia tan grande haría la divina Providencia á nuestros tiempos si enviase otro] Padre Cádiz, cuya apostólica palabra inflamara los corazones en el amor á la castidad, é ilu- minara las inteligencias para ver las ignominias y los desórdenes vinculados con la impureza! Solo estos varones de misericordia pueden reformar las cos- tumbres, porque ellos sólos han recibido de Dios la gracia extraor- dinaria que se necesita para levantar á los pueblos del cieno de la corrupción, y elevarlos á la plácida y dulce vida de la inteligen- Eee h f É

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