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E ds “Toual severidad observaba con sus ojos por los caminos, pues ni las cosas que había en sus lados, ni los traginantes que encon- traba, ni las personas que labraban los campos, llamaron nunca su atención: siempre, siempre ocupado en Dios, ó en los asuntos sérios que estaban á su cuidado caminaba como si fuera ciego.” “Era extremado el rigor que tuyo consigo mismo en orden á la honestidad y recato de su persona; jamás se mudaba el hábito ó paños interiores, que no fuese en obscuridad; esta buscaba es- crupulosamente para sus flagelaciones, y para vestirse y desnu- darse de sus cilicios, sin permitir tampoco levantarse la fimbria del hábito cuando viajaba sino lo muy preciso á que no embara- zase la celeridad de sus pasos. Estando enfermo, su especial aten- ción era advertir á los enfermeros que no le dispusiesen medica- mentos, cuya aplicación necesitase el contacto de agenas manos, y la suya aunque fuese con gran incomodidad servía en casos in- dispensables. Padeció cierto achaque interior de mucha gravedad: sólo el precepto ó fuerza de la obediencia le obligó á descubrirse, y su honestidad padecía más en el rubor y bochorno, que su natura- leza ó carne en el dolor que le causaban las curaciones.” “Nadie le vió aplicar á su olfato alguna flor, ó yerba olorosa, ni permitió cuando llegaba á los Conventos que los hospederos le lavasen los pies, como es costumbre muy antigua entre nosotros. Sus labios eran de circunstancia, y sus palabras de pudor y ho- nestidad. Ni cuando recien profeso, ó Estudiante, y mucho me- nos de Sacerdote y Misionero, se le escapó jamás expresión que pudiese el más astuto y malicioso, interpretar en sentido contrario á la decencia y decoro de su carácter. En cuantos pueblos estuvo ya una, ya muchas yeces, en cuantas casas se hospedó, ya poco, ya largo tiempo, en todas partes esparcía el grato olor de su pu- reza, ganándose con justicia el título de hombre puro.” “Fué el P. Cádiz aficionado á pasear por el ameno huerto de la poesía, y en efecto tenía fuego, imaginación, viveza, ideas, elo- cuencia y propiedad bastante para que hoy tuviese lugar entre nuestros poetas si á ello se hubiese dedicado ex profeso. Léanse con cuánta reflexión se pueda los poemas que compuso ya en su Juventud, ya después, de que varios están impresos, y á buen se- guro que se halle verso, ó voz, en que el pudor ó la honestidad padezca lo más leve. Lo que sí se hallará en sus sermones v
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