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140 •••••••• \. M~.~<.>.1:~q~ ....................................... . Mientras caminábamos les fui hablando, tratando de tranquilizarlos, les hablo del perdón cristiano, etc. Algo conseguí calmarlos, pero unos se fueron a la casa de la hacienda y no siguieron con nosotros a Santa Rosa, traté de hacerlos desistir, pero me dijeron que iban sólo a ver qué había pasado con los compañeros que se fueron persiguiendo a los braceros. A poco, suenan muchos disparos. ¡Qué angustia! Mando a unos yukpas a ver qué pasa y a decirles que se vengan todos para la estación misional. Yo no puedo ir porque voy pendiente de los heridos y del muerto. A la estación misional de Santa Rosa llegarnos corno la mitad. Los tiros se repetían sin parar. ¿Qué pasará? Despacho la mayor parte de los yukpas con los heridos a la Misión del Tukuko. Yo me quedo con el muerto. Siguen menudeando los disparos... Muy después se aclaró el misterio: los yukpas, persiguiendo los braceros, llegaron a la casa de la hacienda. Ésta fue abandonada y los yukpas entraron en ella. Encima de una mesa encontraron gran cantidad de armas y municiones. Los nervios, el dolor y la rabia los desahogaron disparando al aire una y otra vez, sin parar. Los que llegaron después se les unían en ese infeliz entretenimiento. Los que no sabíamos esto nos imaginábamos cualquier cosa. Un servidor, y los yukpas que se quedaron, pasarnos la tarde rezando por el eterno descanso de Pete. Aunque a decir verdad yo, acompañando su cadáver, más bien le pedía que, desde la eternidad, rogara a Nuestro Señor y a su Santísima Madre por el arreglo pacífico de este conflicto, que a partir de ahora reinara la paz en este rincón. Mientras... se seguían escuchando los disparos. Hasta el día siguiente hubo disparos. Yo no sabía que había pasado, no sabía que todos los braceros habían huido, muchos de ellos abandonando las armas... Me temía un nuevo ataque... ¡Tantas cosas! A media tarde, decidí ir a Santa María del Camino y pedirle ayuda a los yukpas, que allí vivían, para llevar al Tukuko el cadáver de Pete, mejor de noche que de día. El desagradable tiroteo nos desanimaba a movernos nosotros solos por temor a una emboscada. La paja estaba

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