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76 Paz interior. podrán decidirlas á poca costa, de esta ma- nera : Nada hay, que no haya estado yo dis- puesto a sufrir, antes que cfender al Señor, y so: bre todo mortalmente. ¡Fué menester volver a cumplir no una, sinó muchas veces, la obli- gación que me recelo no haber satisfecho en- teramente ? Pues si yo no vuelvo á cumplirla, esta mo es la pená que yo aprendo, sinó el eserúpulo que yo quiero evitar. Esta no es pe- reza, pues yo hago obras de supererogacion, más penosas que ella : esta es prudencia pues la razon me lo inspira. Esta no es indiferen- cia pará Dios, pues mi grande, mi absoluto, mi único deseo es dedicarme , y ser todo de su Majestad: este es celo por su servicio y por su amor, pues nada me impide tanto el contemplarlo, el gozarlo, el amarlo y des- cansar en él, como estas penas interiores que veo, se levantan y ponen sobre mi. Estos te- mores de no haber hecho bien mi deber, de los cuales yo estoy ahora mismo agitado , no son mas que unos miedos nuevos; pero de an- tiguas impresiones : mo son luces sinó turba- ciomes : cien veces me las han hecho despreciar; y mas debia despreciarlas áun en mi mismo, pues yo no veo en ellas sinó el si, y el mo, que no nacen de la simplicidad, ni de la inva- viabilidad de su luz, sinó de la ignorancia é instabilidad de la carne *. Mas la razon que me inspira, y la autoridad que me ordena que 1 Numquid leyitate usus sum ? aut que cog , SEeCun= dum' carnem cogito, ut sit apud me est n? 2, Corinth. 7.

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