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| 1 32 Paz interior. das las potencias de su álma percibía y sen- lía la agilacion *: y esto consiste, en que las pasiones sutiles se insinúan é introducen por todas partes: tales son las de una amistad inocente, las de unos placeres legítimos , las de un saber necesario, y las de unos per- mitidos deseos, Esla pues, escesiva vivacidad de nuestro ge- nio, es la que turba é inquieta la calma de nuestra alma, y es preciso deprimirla. El me- dio es facil de hallar; mas no se practica tan fácilmente, y menos con un suceso favorable y Sensible, porque la actividad se apaga len- tamente, pero cuando la obra es mas dificil, la” recompensa es mas grande; y por. conse- cuencia, debe avivarse mas nuestro celo, apli: carse nuestra vigilancia, enfervorizarse nues- tra flaqueza y consolarnos en el trabajo que nos cuesta. Si san Francisco de Sales, empleó tantos años en moderar su vivacidad , y en ven- cerse perfectamente ¿debemos nosotros, ó ha- cer poco caso: de este empeño, ú desesperar de lograrlo? Un natural lleno de fuego, á larga distancia puede alejarnos; y aunque no nos preecipite ni nos futigue con demasía, es preciso llevar Jas riendas cortas. Gobernémonos nosotros mismos, del modo con que nos portamos eon un muchacho de una estrema vivacidad, del cual queremos que Obre con la gravedad que corresponde á una edad mayor, en cuya conducta desde que co- 1 lo me nihil sedet. $, Bernard

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