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50 Paz interior. guiendo «y observando á algunos que respiran un celo-muy ardiente, y los hallareis siempre los mismos , tanto en las acciones comunes de la vida humana, como en las de la piedad, se apresuran para todo, hasta embarazarse á sí mismos; y nada de cuanto se hace, está á' su gusto: hablan en un tono alto y deci- sivo: nada alaban 4% -vituperan, moderada- mente; porque ó todo es excelente, ó todo detestable: cuanto hacen y dicen, lo aéompa- ñan estos inconsiderados devotos con una vista viva, y cop una accion: inanimada: siempre corren, y aun no saben andar. Es esta activi- dad como un fuego devorante, que deshace y consume , tanto el alma como el cuerpo : siemn- pre mudable y siempre en movimiento, é ir- regular en todo. Es un. mercurio sin consis- tencia, tan poco fijo, como el que sale de las minas; y nunca llegará á estar en un asiento tranquilo y sólido, hasta que antes no haya amor liguado este esceso de vivacidad , y que no se haya hecho dueño de $í mismo. Yo no pretendo resucitar áqui la antipatia de los antiguos Filósofos, ni reducir á la nada las potencias del álma con los falsos epntem- plativos del último siglo. Obremos , y Obremos con fuerza, tanto cuanto corresporile al po- der que Dios nos ha dado; pero obremos con suavidad porque este poder está dado á tedo el mundo; y si nosotros perdemos esta ven- faja, es por nuestra culpa. Seamos eficaces y ejecutivos, si nacim»s tales; que aun no po- diamos lomor otra prríida poor . pero lejos
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