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Obstaculos, y medios para vencerlos. 97 cesar, y no se permite á si mismo un mo- mento de quietud. Si se entrega a la morti- ficación, no sabe ponerle limites, y en poco tiempo acaba con su salud; y cuando él se aplica á recobrarla , contemporiza consigo mis- mo hasta tocar en la delicadeza. Si quiere rom- per una amistad ó una alianza muy natural, o un trato que lo disipa, no tiene paciencia para desenlazarla insensiblemente, y asi la rompe sia miramiento alguno. En una pala- bra, es estremado en todo y enemigo decla- rudo de la discrecion. Las faltas de los otros pegan fuego á su celo, siempre bien dispuesto para encenderse. Es un hijo del trueno, que quisiera acubar y volver ceniza a todos los Samaritanos. Celo indiscreto e imprudente, sin respeto para sus superio- res, sin atencion para sus iguales, sin condes- cendencia para sus inferiores: quisiera que todo el mundo fuese perfecto; y él no conoce, que el impaciente deseo que conserva en si, es una grande imperfeccion. No consiste esta en que se perdona á si mismo: no, su celo no es el de los Fariseos; porque mas $e pide á j que á los otros. Por eso se apresura y afana "Por adelantarse en la carrera de la virtud: se atormenta, consume su cuerpo y su espíritu: sus faltas lo llevan al peligro de desesperarse: triste, abatido , confuso, pierde la confianza de volver á tomar el camino de que se desvió, y ya es menester poco para que lo abandone lodo. Pero mientras sea juguete de los movi- mientos, de los caprichos y de los engaños.

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