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Práctica. 275 medida á que él me llama y con los medios que él me ofrece. Preguntios mas: Y la yo- luntad de Dios ¿es ardiente y apresurada como yo la tengo ?-¿No obra su fuerza de concierto con su dulzura? ¿No deseo yo infinitas co- sas- con mucha tranquilidad, en vista de esta yoluntad adorable ? Pues si yo no hallo en mi esta tranquilidad, es sin duda que-en lo que me ocupo ahora interesa secretamente mi amor propio, siempre inquieto é impacierte. Y no os engañareis en este juicio; pues aunque al- guna vez sea muy severo, no puede dejar de seros útil; porque os hará humildes y cir- eunspectos, como no os vuelva timidos, len- tos é irresolutos: y puede ser no tengais que buscar mucho entre pliegues de vuées- tro corazon, para hallar lo que os altera y hace perder el reposo; porque yo pienso que aunque puede ser la sola actividad natural la que nos arroja á esa prisa, rara vez deja de tener parte nuestro amor propio; y al menos él solo y las pasiones de que nos llena, pue- den llevar la prisa hasta la turbacion. YV. Un lazo en el cual no falta mucho para caer, es el deseo de la santidad de crédito y de los talentos, que creemos necesarios para hacer que toquen el acierto los piadosos de- seos que habemos concebido. Raro es el deseo que no arrastre tras si á otros muchos, ó que no se mulliplique en una infinidad de objetos, y que. no se entregue á la prisa, á la inquie- tud y á la turbacion, cuando con poca espe- riencia y con vivacidad en el natural, se tiene

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