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9272 Paz interior. El primero es, que asi se obra frecuente: mente de un modo todo humano: que no Se busca á Dios en Dios; y que no se hace sinó la propia voluntad en las mismas cosas que quiere que hagamos. El segundo , que cuando se obra en presencia de Dios y con su moyi- miento , se busca con él y se mete á su lado. Lo tercero , que se disipa con su precipitacion. Lo cuarto, que estando poco arreglado en sy conducta, se escandaliza el prójimo. Lo quinto, que si se ofrecen obstáculos á la apresuracion, se inquieta, se turba y se hace aleuna vez mas mal, que el bien que el deseo le pro- metia. Lo sesto , que se hace imperfectamente, lo que súbitamente se. hace. Lo sétimo en fin, que es lo que condenamos aquí en particular, que esta prisa hace perder la paz interior, que a0 puede habitar en medio de la agitacion de un corazon demasiadamente vivo. MI. Es pues esencialmente necesario, no eguir con impetuosidad ni áun los mejores deseos. Mas no está todo aqui: es preciso Observarlos de cerca cuando empiezan á for- marse en nosotros, y no dejarlos crecer sinó por sus grados, á fin de que si ellos son bue nos ,se puedan fortificar y echar mas profun- las raices en el corazon; para que acostum- brados desde su nacimiento á la sumision , DO nos arrastren con rapidez como á pesar nues- tro cuando ellos-echen toda su fuerza: y si ellos son malos, los arrojen nuestras pasio- nes sin esfuerzo y siw denbaaior, y mos escu- sen su repeticion inquieta: lo que no se vuede

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