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ER a 266 Paz interior. que no quiere confesarse culpable. ¿Sor acaso de una naturaleza distinta de la de log hijos de Adan, que ha comunicado á todos sus descendientes con la inclinacion al mal, el arte de escusarse ? ¿Podemos negar que te. memos una fuerte oposicion á la vergienza y á la sincera confesion de nuestros desórdenes? ¿No la hallamos en nosotros hasta en el sa- grado Tribunal, á donde vamos para acusar. nos de ellos? Pero las faltas contra las obliga- ciones del-estado ¿son irremisibles? ¡Ah! ¿No pecamos á toda hora con las nuestras? ¿No faltamos muchas veces al recogimiento en las oraciones , á la sinceridad en las palabras, á la fidelidad en las promesas? ¿Somos siem- pre amigos celosos, deudores de buena fé, ciudadanos fieles? ¿Cuántas veces nos hallamos maestros sin bondad, superiores sin condes- cendencia , inferiores sin atenciones? Puede ser que estas no sean mas que fallas ordinarias; y que las que os chocan, sean otras mayores. Pero ¿no es la mayor de to- das, estar entregados al mas grosero amor propio, y áun no saber que Jo hay; mi Saberlo conocer cuando él se hace ver todo entero? Si lo conociéramos bien, sabriámos que él disminuye nuestras faltas á nuestros propios ojos, tantu cuanto abulta las de los otros, por preferirnos á ellos ; y asi despues de haber dis- minuido las de los otros por mitad, y otro tanta mas las nuestras, tenemos la injusticia y la ilu- sion. Por lo demás, no hay riesgo alguno en preferir á todo el mundo á si mismo; pero siena-

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