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Práctica. 261 él alguna vez algo de fuerza y vivacidad , de- bemos en el mismo preeioso momento volverlo entero sobre nosotros mismos. Somos tan imperfectos, que necesitamos de todo el tiempo y todos nuestros cuidados para nuestra enmien- da; y tenemos necesidad de tantos medios para perfeceionarnos, que: si fuera permitido, de- biamos desear que la malicia de los hombres se juntase á todos los auxilios del Cielo. Pera este deseo que no. nos es permitido , dispone Dios que suceda. Gocémonos pues, no de que los hombres tengan esta malignidad, lo que no debemos pensar facilmente; sinó de que ella se vuelva contra nosotros, antes que contra aquellos que tienen menos necesidad. De otra parte, lo que á mosotros parece malignidad , puede ser que no, sea mas que una pasion , que nos aflige mas de lo que a nosotros. nos ofende; y tal vez la com- balen vivamente y la vencen en cien oca- sivnes, para una en que son vencidos. Nues= lros defectos , que por Jo menos son tan eno- josos como los de ellos, no los turban nada y los llevan eon tanta paciencia que, no pa- rece que sufren sinó porque nosotros suíri- mos. ¿Por qué pues nuestros ojos, ofuscados con la cólera mirarán la flaqueza de nuestros hermanos, como capaces de deshacer todas sus buenas calidades , cuando el Dios. de las misericordias se les perdona, en consideracion de sus virtudes , y de los esfuerzos que hacen por corregirse ? Estas reflexiones heehas ú ticm- po , hacen mas prudente á nuestro cclo:y ime- aii AAA,

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