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Práctica. 255 1. Ya he dicho en el Capitulo precedente que el amor propio no puede sufrir sus pro- pias flaquezas; y este es el que menos puede sufrir las ajenas. Si alguna vez la imperfec- cion aspira á ser perfecta, quiere siempre exigir la perfeccion á los otros. El celo que quiere corregir todos los abusos, .es un grande abuso; porque ellos son casi insuperables ; y se esforzaria á reformarlos cun pérdida por una actividad desarreglada, y por un minis- terio. sin «vocacion. Ellos son útiles, y asi, seria peligroso arrancarlos luego. Tal es por ejemplo , da inclinacion muy faerte y muy na- tural, que tendria un flaco principiante, á un hombre mas abanzado en la perfeccion que lo sostiene; y quitarle su apoyo , antes de es- tar en edad de manejarse, seria quilarle á un niño la ama que lo Jleva de los andadores; el cual sisanda solo, cae y se hiere. 1V. Hay pues, defectos útiles: pero es rara la correccion súbita y prematura que lo sea. Es necesario mucho juicio, y esperiencia para discernirla y dirigirla; y sin embargo, todo el mundo se juzga capaz de esto. No hay hom- bre lleno de defectos, que no los vea en los otros por virtuosos que sean ; y que no se crea econ derecho, úu de reprenderlos ú de eriticarlos, sin advertir que él se espone á mas justa correccion, 6 4 mas juiciosa crítica. Es necesario por decirlo asi, ser perfecto, para hacer yer á otros que no lo son; pero es necesario serlo en efecto, para conducir- los á la perfeccion, La correccion que no ha
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