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Práctica. 28 ltadio tal cual está al Señor: pedidle quelo avive ; y no lo prevengais con vuestra impa ciencia. ni impidais con vuestra prisa loque él quiera ejecutar con su gracia, y. lo que hara con su bondad cuándo él do juzgará con- vemente. CAPÍTULO VII, No turbarse de faltas ajenas. I. Eensis celo: amais el buen órden: y la gloria de Dios os interesa en él vivamente; despues de ella y de Ja salud eterna, nada os aflige tunto como la de vuestro prójimo; El ardiente deseo que teneis , hace que eada una de sus faltas os ofenda de. muchos modos; porque hiere al que la comete, y á muchos que lo saben. Os confieso que esta será una disposicion muy útil, si la sabeis regular; pero será un ardor nocivo para vosotros y para los otros , si Ós entregais á él sin medida. Fuera de esto, la pérdida de la paz y la caridad, como dice san Francisco 1; será infaliblemente alterada en vosotros y en vuestro projimo , $1 el celo contra sus faltas se convierte en cólera zontra él. No sabeis bien fortaleceros contra estas agitaciones, y contra el fuego de un celo ardiente é impetuoso, en medio del cual no í Cav. ¡e de la Ri ala de los Era les NONOTeS.
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