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Práctica, 205 acostumbradas á discernir el pecado, la duda de haber consentido, esuna presunción y casi ana certeza de no haberse rendido, al menos nasta el pecado mortal. Y los pecados venia- es en esta materia, antes lo son de nuestros gemidos y de nuestras precauciones, que de guestros rigorosos exámenes y de muchas me- nudas confesiones. CAPÍTULO IV. Seguridad interior en las tentaciones de vanagloria. E Dira especie de tentacion que lleva ordinariamente la turbacion al corazon, son los pensamientos y sentimientos de vanaglo ria. Se sabe que este vicio disgusta infinita- mente á Dios; que es el veneno de todas las virtudes, y que él solo es capaz de perder las almas santas: que. arruina el mévito de todas las buenas obras, y que las vuelve ma- teria de condenacion. Se sabe todo esto , se tiene en la memoria, y el demonio, todo so- berbio, no deja de exagerar su malicia, Todo es bueno para él como introduzca la turba- cion en las almas, en las que no vé el santo reposo sinó con el último despecho. El lazo ts muy sútil y es raro el que no cae en él ¿Quién creeria en efecto poder temer mucho á la vanidad , y que el padre de la soberbia

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