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Práctica. 177 dera necesidad, nuestros progresos en la virtud, y nuestra esencion de estos defectos. Deseémos cuanto la caridad puede permitir, que los ojos del prójimo uo caigan sinó sobre el primer objeto. Amemos ser despreciados, y despré- ciémonos á nosotros mismos, y nuestros in- quietos ldeseos se entibiarán bien presto. Y quiera Dios, que nuestras lámparas no se apa- guen , desde que nos falte el aceite de la pú- blica estimación ; y que no estemos en la nc- cesidad de volver á la que hemos dejado , para no caer en la última relajacion, y para sos- tener la que quede de probidad con el misu- rable apoyo del honor, que es tal vez todo lo que nos estrecha tan fuertemente á apli- carnos á la adquisicion de la virtud. MI. Proponéos por tanto desde luego la perfeccion de esta, y miradla no como un objeto distante al cual debeis caminar con progresos, sinó como una elevación , á que quereis aspirar con los esfuerzos últimos. Los grados os enfadan : pero otro mas prudente que vosotros , los aprovecha y arriba bien presto sin fatigarse, al lugar hacia lel que vosotros os arrojais vanamente. Toda la obra de nuestra santificacion tiene principios difíciles, progresos insensibles y dichosa consumación. En el órden de la gracia como en el de la naturaleza, quiere Dios que los aumentos sean imperceptibles; y vosotros quereis juntar los dos estremos y des- truir los grados. El Labrador es mas paciente que vosotros, y debeis aprovecháros de su ejemplo . vues lo propuso el Salvador para A A o Po

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