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— 172 Paz interior. sinó notadas en otras muchas santas almas, no servían sinó de hacerla conocer la flaqueza dela naturaleza sin abatirse, y la fuerza de la gracia sin ensoberbecerse. Cuanto eran Íre- cuentes estas alternativas, tanto la hacian pre- sentes estos dos objetos, que balanceándose por hablar asi, el uno al otro, la tenian en me- dio , entre el temor excesivo y la demasiada confianza. Y sabiendo, que el dia, y la no- che se suceden mútuamente ; la venida del uno no la dejaba olvidar la próxima vuelta del otro: y acostumbrada á (pasar alternativamente de la luz á las tinieblas; ni estaba asustada de estas , ni deslumbrada de aquellas. Si estos grandes Santos y casi todos los otros han padecido estas flaquezas, estas tinieblas, estas arideces ¿debemos nosotros sorprender- nos por no gozar sin intermision del valor , la uncion , y de la luz, con la cual nos layorece Dios en “ciertos 1 pos ? Si ellos han hallado otro remedio, á esta ler- medades, que una Oración humilde , ¿debem buscarlo nosotros con presuntuosos esfuerzos? Si, persuadidos de que su natural, y Técto que fuese, no podia cosa , se contentaron n obrar dulcemente, gun la medida de la presente gracia; ¿ cremos nosotros poder añadir alguna cosa, nuestro fondo ála fuerza de nuestra gracia; Ó querremos interrumpir su movimiento nuestros propios esfuerzos, antes de recono- cer la vana satisfaccion, que buscamos con Muestra vivacidad? Si las Virgenes prudentes.

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