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92 Paz interior. blemente de Dios, 0 se entrega á todos sus gustos; y no se comienza á conocer el engaño en que se cáe, hasta haber caido y hasta no atreverse á la esperanza de volver á él. Esto que dice este piadoso y sabio Obispo , es una de las grandes máximas de los Santos, y so- bre todo de los antiguos Padres del desierto, que no encomendaban otra cosa con tanto es- fuerzo , y especialmente á los novicios, cuya virtud áun flaca y vacilante, tiene necesidad de ser sostenida por un cuerpo de ejercicios devotos-1. Se puede ver en efecto en todas las Historias de los primeros Maestros de la vida ascética, en que los mas perfectos bien lejos de relajarse de uingun modo de esta exactitud, la tenian por un deber esencial ?; y alguna vez por una necesidad, dirigida como de uno santa esclavitud ?. Miraban todos sus ejercicios de piedad, como otros tantos ter- enes, que cubrian sus grandes obligacio- n y que ponian su salvecion en seguridad; y con este pensamiento aumentaban. su nú- mero cuanto les era posible , por apartar mas y masá su enemigo, y oblizario á llevar sus asaltos mucho mas lejos, con: menos venta- jas para si, y'menos riesgo para ellos. Se han visto« Santos, que satisfacian públicamente á ciertos. ejercicios ausléros que se habian pres- erto, áub cuando el pueblo que los rodeaba los priv de la soledad y del recogimiento, Vit. P. P. por Arn. d idil, tom. 3, pág. 50 tom. 2. ¡P. P. pág. 23 en otras partes de la Vida de san Nathanaél. — 3 San Euseb. ibid. pág. 224,
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