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18 do siervo Francisco é Hijos también predilectos mios y de mi amantísimo Hijo Jesús, vuestro Salvador. Os esperaba con ánsia para derramar sobre vosotros las dulzuras de mí maternal Cora- zón, para enriquecer vuestras almas con nuevos dones sobrenatu- rales, para oir vuestros cantos, vuestras plegarias y la inefable ar- monía de vuestros afectos interiores, puros como la fé que los anima. Os esperaba con ánsia para veros aquí reunidos á todos como una familia en torno de vuestra Madre, para hablaros, ale- graros y estrecharos en mis amables brazos, Y ahora que me te- neis á vuestro lado tan propicia, pedidme, pedidme favores, gra- cias, honores y cuanto querais; pues yo os he llamado y condu- ¿ cido aquí para colmaros de celestiales bendiciones.» ¡Feliz entrevista! tú sola eres el mejor poema! Ha llegado la hora de asistir á la gran función de la Misa so» lemne: no me detengo á describir la magnificencia del templo; pero en estos momentos me parece esbelto como el talle de la misma Virgen á quien está dedicado. Mi vista se escapa en derre- dor del santo recinto, y veo millares de almas medio estáticas y como suspensas dentro del espacio de sus tres grandiosas naves: veo una multitud de hombres en pié paseando su vista llena de admiración en todas direcciones como si estuvieran en un mundo nuevo adornado de maravillas. Ni sé lo que admirar más, si las bellezas artísticas que el genio ha dejado grabadas en esta perla gótica Ó la emoción santa de que veo poseido á todo el mundo. Yo,-al ver esta emoción general, no puedo menos de exclamar como Jacob al despertar del mistericso sueño en que tuvo la vi- sión de la Escala: Vere locus iste sanctus est, etc. Verdadera- mente el lugar en que estamos es muy santo; esta es la Casa de Dios y la Puerta del Cielo. ¿Qué duda tiene? Esta es, sí, la puerta del Cielo, porque aquí es donde se encontró milagrosamente la Imagen que veneramos, y que es retrato de aquella celestial Rei- na que entre otros títulos tiene el de ser Janua Ceeli, Puerta del Cielo. La conmoción sostiene y aumenta con la solemnidad del Santo Sacrificio de la Misa, al ver descubrirse repentinamente. á Su Divina Majestad en medio de un trono de luces, entre las nu- bes de incienso aromático que suben juntamente con las oracio- nes hácia el Dios Sacramentado, entre el ruido de las campani- Mas; al ver á los tres Ministros del Señor al pié de los altares celebrando el Sacrosanto Sacrificio; al oir los vibrantes acentos
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