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ARE — tt SA AE 10 al punto la marcha religiosa, la presteza con que se forman las filas de los Congregantes, luciendo su uniforme será fico, ¡ah! todo esto tiene aire de conquista santa que inflama los pechos y renueva todas las fibras del corazón. Sigamos á esa pléyade de héroes cristianos en su marcha triunfal. Contemplemos toda la inmensa extensión que ocupan en el camino real, esas dos falanges seráficas que van electrizan- do la multitud que les sigue. ¿Cuándo se ha visto una procesión tan lucida, tan magnífica y tan encantadora? En ella vemos bri- llar una juventud adornada con todos los encantos de la virtud. Cada Congregación es como un pequeño batallón de Macabeos con su bandera flotante, su orquesta de voces que reemplaza ven- tajosamente la de los instrumentos metálicos. Á ¡a cabeza de las Hermanas se vé una jóven vestida con manto real y corona á la cabeza, que representa á la- reina Santa Isabel, patrona de la Ve- nerable Orden Tercera, y á la de los hombres, un jovencito co- ronado representando al rey San Fernando, patrón de la de los Hermanos. La Congregación de Masamagrell lleva en el centro una coro- na tegida de guirnaldas, símbolo de las virtudes que forman la aureola de la princesa de los Cielos, y -el padre Director lleva enarbolado un precioso pendón azul y blanco; homenaje y re- cuerdo que los Romeros dedican al Santuario del Puig. Final- mente, unos 16 religiosos capuchinos, con el precioso guión de San Francisco y tras ellos el Ayuntamiento de Masamagrell en corporación. Tal es la brillante procesión de los Hijos de San Francisco, ¿pero qué digo? No, no es lo que hemos dicho hasta ahora lo que distingue esta procesión de todas las demás, siquie- ra otras la aventajen por su brillo y esplendor exterior; la her- mosura de nuestra procesión franciscana, así como la hija del príncepe real, de que nos. habla la Sagrada Escritura no está en su belleza exterior, está más bien en el alma de la procesión. Si, su hermosura está en el espíritu que la mueve y anima, que es uno mismo en todos los Romeros porque es el espiritu seráfico que su Padre y patriarca les comunica desde el Cielo: su hermo- sura está en la identidad de sentimientos, pues todos esos grandes corazones palpitan unisonos y acordes á impulsos de un mismo amor á la Iglesia, al Papa y á Maria; su hermosura está en la refulgente llama del entusiasmo santo que inflama todos sus nOo- bles pechos, y que no puede menos de reflejarse con vivos res-

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