BFCANT00048230000000000000000

9 Pan de los fuertes entre el estrépito santo de la música de los cantos y de los ardientes afectos que excita en el alma la vibrante voz del P. que desde la Cátedra santa les está exhortando. Vengan á ver, digo, todo este conjunto de divinas bellezas y dígannos si se atreverán aún á negar la existencia del Dios que adoramos, la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía y la celestial her- mosura de la Sacrosanta Religión que profesamos. La prueba es tan clara, tan imponente y tan iluminosa, que tienen que rendirse cuantos se acerquen á examinarla. Por eso ellos, como enemigos de la luz de la verdad divina, huyen de estos espectáculos, cuya majestad les atolondra, cuyo resplandor les ofusca y confunde y cuya hermosura les cubre de vergúenza, No obstante, por más que exteriormente afecten arrogancia y descoco, allá interiormente les pasa lo que á los mismos demo- nios, á saber, que creen y tiemblan, credunt el contremiscunt. Empero no nos distraigamos de nuestro asunto: acabamos de presenciar el acto solemne de la Comunión general que duró dos horas. Después de esta gran refección espiritual se concede á los Romeros un cuarto de hora nada más para tomar su fru- gal desayuno. La voz de la campana volvió á reunirlos á todos en el Templo á las nueve y media para formar la gran procesión, nuevo espectáculo digno de describirse con todos sus detalles. El P. Director de la santa empresa sube al púlpito y desde allí dispone el órden y modo de organizarse la procesión, que es el siguiente; Denomina por su nombre una Congregación y ésta al punto enarbola su bandera tras la cual van colocándose en dos hileras, primero las Hermanas y despues los Hermanos, moviéndose to-= dos enseguida al compás de una marcha religiosa compuesta pa- ra el caso por uno de los Hijos de S. Francisco, que es cantada con vivo entusiasmo por nutridos Coros de los mismos Terciarios. Así van desfilando y saliendo del Templo unas tras otras esas brillantes Congregaciones, ébrias de entusiasmo religioso, arreba- tando las miradas y la admiración de la multitud de espectado- res Que se agolpan dentro de la Iglesia, en la plaza y en las calles, No es posible imaginarse el efecto mágico que causa en los áni- mos este precioso desfile. Aquellas voces de mando del P. Capu- chino desde la Cátedra sagrada, el movimiento quese produce cada vez que nombra una Congregación, aquel estandarte que se levanta y se agita en lo alto, el entusiasmo con que se entona

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz