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Pero estos hombres de la selva se autodenominan Huaoran~ y con preferencia a otros nombres así los lla– maremos. Huao quiere decir Persona, y el plural Huaora– ni vendría a significar Personas, Comunidad. Un misionero capuchino de Aguarico, Juan Santos Ortiz de Villalba, de agfüsima pluma, ha escrito Los últi– mos Huaorani. Es hasta el año 1980 la dramática lucha de este pueblo que se acaba y lucha por sobrevivir. En su bibliografía, cita obras que hay que tener en cuenta (como R. Blomberg, The acked Aucas, London 1956). Seguramente que la historia del acceso esforzado y ge– neroso a los Huaorani sonará distinta contada por nues– tros hermanos misioneros de la Iglesia Evangélica, quie– nes trabajaron en esta empresa desde el Instituto Lingüístico de Verano, de la Universidad de Oklahoma. El 8 de enero de 1956 caían víctimas de los Huaorani en la región del Curaray cinco miembros de la Iglesia Evangélica: Nathaniel Saint, Peter Fleming, Roger You– derian, Edward Cully y James Elliot. Una hermana de Nathaniel Saint siguió trabajando intensamente en esta tarea de su confesión cristiana. En 1974 se podía contar con unos 500 Huaorani organizados por los evangelistas en la región del río Tihueno. En la correspondencia de Alejandro Labaka hemos encontrado una durísima réplica que él recibió cuando la publicación de Los últimos Huaorani. Al fin en aquella época él era el protagonista de la labor de acceso a los indígenas. El nativo objetante piensa que la pretensión de evangelizar a los Huaorani, "largo tiempo sin ninguna necesidad de apoyarse en concepciones religiosas ajenas a sus creencias", es una sustracción de la identidad de un pueblo; lo mismo e l hecho de que aparezcan ahora en la selva virgen utensilios de la "civilización del plásti– co", creando necesidades que desconocen cuando hasta el simple uso de la bodequera les bastaba para autoa– bastecerse. Naturalmente que Alejandro respondió a las pretensiones de este antropologismo puro. El problema sin duda que como problema de fondo permanece. De parte de la Prefectura la labor de aproximación a los Huaorani, ya iniciada con los josefinos, se emprendió 92

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