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cribe al Secretario provincial (18 de febrero) que ha sentado mal entre los frailes el procedimiento seguido para revocar una obediencia en firme. Se revocó la obediencia. Alejandro volvió a la Custo– dia, pero... no fue a Pifo. Los nuevos superiores custo– diales le destinaron en marzo a Guayaquil, superior y párroco de la recién fundada fraternidad de la Sagrada Familia. "No es este mi destino. Dios me quería en el Aguarico" Dejemos ahora que Alejandro nos cuente las cosas desde su propio corazón. Alejandro, hijo de obediencia, fue, efectivamente a Guayaquil. Los capuchinos estaban allí desde 1952 cuando el día de Santa Ana se estable– cieron en la parroquia que lleva el nombre de la santa, inaugurada en un barrio lleno del barrizal de los este– ros. En 1956 la Sociedad de Beneficencia de Señoras adquiere del municipio un solar, donde se construye una capilla con el titular de la Sagrada Familia y un centro escolar con sección de primaria y secundaria. Al año siguiente se pone en marcha el proyecto, residiendo todavia los capuchinos que lo atienden en el convento de Santa Ana. En julio se trasladaron, demasiado preci– pitados, porque faltaban instalaciones mínimas para vi– vir en la casa. Fue en marzo de 1958 cuando se formalizó un nue– vo contrato entre la Orden y la sociedad benéfica. El P. Alejandro fue nombrado superior y párroco y director de la escuela de primaria, mientras que el Sr. Nelson Flores seria el responsable oficial del colegio y el P. An– gel Oroz el director efectivo. Han pasado los meses y estamos en noviembre. El P. Alejandro reflexiona sobre los meses anteriores, tan ex– traños y en medio de unos Ejercicios espirituales, tra– tando de discernir con sosiego y serenidad, escribe a su superior provincial. Es una larga carta, relatando la historia de estos últi– mos meses, la historia de un corazón doliente. "Recibí 69
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