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cuando los comunistas ya habían irrumpido en Ping– liang, y le dice así a su hermano: Más de una vez se te habrá ocurrido decir, queri– do hermano, Domingo, por mí una Misa de Requiem o el pensamiento de gloriarte de tener en la familia un mártir... Pues bien, ahora vengo con mi carta a sacarte de esos santos ensueños. Todavía no ha lle– gado la hora, aunque tampoco creo que haya pasado del todo. El porqué no ha llegado tan pronto como esperábamos no sé a qué atribuirlo. Veces hay que me parece oír el murmullo silencioso de vuestras ora– ciones y el chasquido inconfundible de vuestras disci– plinas apagando el tic-tac del reloj del martirio. En fin, esperemos y trabajemos entretanto corno valientes soldados de Cristo... (Pingliang, 26-XI-49). Avanzan los comunistas: ¿permanecer o marcharse? La marcha arrolladora de Mao Tse Tung, su revolu– ción cultural es uno de los fenómenos mundiales más característicos de nuestra época, que ha dado un viraje sustancial a la historia de China. Detrás de estos dece– nios nace una nueva China. Valorar lo que pasó en ese mundo inmenso desde las perspectivas de las crónicas misionales, por fehacientes que estas sean, nos llevaría a una visión muy parcial de la compleja realidad. No obs– tante estamos relatando la historia de un misionero, que con otros centenares y aun miles ha tenido que sufrir la repatriación. Los hechos son ciertos: la invasión de Mao fue la yugulación de las misiones cristianas, entonces florecientes, y el nacimiento de un nacionalismo políti– co-religioso, la nueva Iglesia nacionalista china. Retornando un poco atrás, estamos ahora en el año 1948. Los comunistas no han llegado a Pingliang, pero el avance de los "libertadores" es una grave amenaza pa– ra todos los extranjeros que no comulgan con la ideolo– gía comunista. ¿Marcharse o permanecer? En Kansu no saben exactamente cuál es el sentir de la Santa Sede. El 47

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