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El grupo cuidaba el río Shiripuno constantemente, cada mes se daban una vuelta para ver si alguien ba– jaba. Ellos tenían un palo para atravesar el río... Cuando llegó el cohuori (Alejandro), ellos pensa– ron en seguida en su hermano que Jos de fuera habían matado. El cohuori hablaba como nosotros, le pudi– mos entender. Estuvimos discutiendo: ¿cómo sabe él hablar nuestra lengua? Dijo que é1 vendría a vivir con nosotros, a visitarnos. Cocinó para nosotros, después repartió collares y otras cosas. Las mujeres le quisie– ron mucho: ahora él podría venir y se acabaría el miedo. Les dijo que ]es traería muchas cosas y ellos se pu– sieron muy contentos; le pidieron ropa, hachas y otras cosas. Pero había dos que estaban de cacería; un joven fue a avisarles; cuando llegaron cogieron las lanzas y mataron en venganza por la muerte de Tagae. Decían que el venía a matarnos, de la misma manera que habían matado a Tagae. Ellos habían pensado eso mien– tras regresaban de la cacería, después de avisarles; por eso llegaron bravísimos. Si Tagae no hubiera muerto, e] cohuori todavía es– taría vivo. Las mujeres no querían que lo lancearan, pero ellos terminaron haciéndolo. Estaban aparte uno de otro porque la mujer corrió un poco. Hasta ahora tienen todavía las cosas que llevó Alejandro. Los dos que le mataron a Alejandro están muertos, uno por mordedura de culebra y a otro le cayó un árbol en Ja cabeza mientras tumbaba el monte. Miguel Angel Cabodevi1la puntualiza: «Insistimos en que se trata de versiones preliminares. La mucha– cha estaba demasiado asustada tras el rapto ...; se ne– gaba a ·informar a los hombres, conversando tan sólo con algunas mujeres. Estas descripciones son, pues, más una reconstrucción a partir de sus palabras que una traducción literal de las mismas». 289

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