BCPAM00R16-4-48000000000

No terminaba todo aquí. En la clausura solemne Mons. Jesús Esteban Sádaba obispo del Vicariato, pro– clamaba el hermanamiento de la Misión de Aguarico con la Iglesia de Kansu, Pingliang, donde Alejandro Labaka, entonces Manuel de Beizama, había comen– zado su itinerario misionero. La idea se había ido gestando los meses anteriores, en conformidad con el viejo deseo de Alejandro expresado en su homilía de consagración episcopal: «Pido a Dios que pueda vol– ver a la Misión de China, Pingliang, con sacerdotes y agentes de pastoral de esta Iglesia de Aguaríco.» Y la brecha estaba abierta, porque el intrépido Juan Santos Ortiz de Villalba, misionero con Alejandro, buscaba en el Extremo Oriente el modo de llegar a Pingliang y ponerse al servicio de los cristianos que habían per– severado en su fe. Por los mártires, los indígenas y el pueblo Huaorani La Iglesia de Aguarico quiere guardar celosamente la memoria de sus mártires y en estos años se han escrito cosas importantes, Jo mismo que desde CICAME o Centro de Investigaciones Culturales de la Amazonía Ecuatoriana se han edicato obras prestigiosas en de– fensa de los valores indígenas. La Crónica Huaorani de Alejandro Labaka se pu– blicó por CICAME (Coca) en 1988. Suscitó vivo i n– terés como relato de primera mano y como singu lar testimonio de enfoque y espiritualidad misionera. En los años siguientes se han hecho dos ediciones más. El misionero Miguel Angel Cabodevilla ha sa lido en defensa del pueblo Huaorani con un volumen es– pléndido, de cerca de 500 páginas de gran formato y doble colmuna: Los Huaorani en la historia d e los pueblos del Oriente (Cicame-Coca, 1994). Y el mis - 284

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz