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XI Diez años después ( 1997) Empalme: Admiración y cariño Murieron Alejandro e Inés. Sus nombres fueron a engrosar esa inmensa nube de testigos que rodean a Cristo en la cruz. El recuerdo fue depositado, para perpetua memoria, en la biografía que acaba de repa– sar el lector, escrita Jos meses siguientes a la muerte, antes de cumplirse el aniversario, todavía recientes y abrumadoras las impresiones. Murieron, pero -este es el misterio de Ja vida- continúan, y acaso con voz más poderosa que la que tu vieron en el curso de su existencia. ¿Qué pasó después? ¿Qué ocurrió en el tiempo su– cesivo y cómo hemos de empalmar, a diez años de distancia, estas páginas con el final del relato ante– rior? Lo primero que hemos de consignar es que los dos misioneros muertos , desde su tumba, siguieron vivos como foco espiritual de la humilde y valiente Iglesia de Aguarico. Espontáneamente el día 21 de cada mes se convirtió en un número sacro, por recordar la fe– cha del martirio. Los misioneros se juntaban al abrigo de la presencia espiritual de Alejandro e Inés para confraternizar, para conversar sobre los mismos idea- 281

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