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Pensé y me dije: •El primer franciscano-auca y el pri– mer auca-franciscano~ Será una tontera, pero me su– girió tantas cosas... el lloro ahogaba todo~ Un susurro al Señor Muchos han llor ado de ternura, de emoción, de envi– dia ... de no sé qué por la muerte de Alejandro e Inés, de Inés y Alejandro. Me asocio al coro · de los dolientes y gozosos. Lo confieso: muchas veces, al escribir estas pá– ginas, las lágrimas han empañado mis ojos. ¿Será una fragilidad sen timental? Pues sea.., dulce fragilidad. Una noche tomé el bolígrafo y escribí u na oración, como un susurro al Señor, que piadosamente la dejo aquí como firma de estas páginas: Señor Jesucristo que has asociado a tu santa Cruz con la gracia del martirio al Obispo Alejandro y a la Virgen Inés, unidos para evangelizar a los pobres; te bendecimos a Ti, que has derramado la semilla de tu divinidad en el corazón de los hombres; te damos gracias por estos fieles discípulos, signos de vida y esperanza y te pedimos los glorifiques en medio de la Iglesia como tú fuiste glorificado por el Padre. ¡A Ti que diste la vida sea la alabanza por los siglos de los siglos! Amén. Concluí en la solemnidad de San Juan Bautista, 1988. 279
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