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que mira a Pamplona, viendo correr a los pies el río Ar– ga, de donde brotaron muchas poesías. Al iniciar el curso en Pamplona, Alejandro emite la profesión solemne, los votos a los cuales se obliga de por vida. Esto fue el 29 de septiembre de 1942, fiesta de San Miguel Arcángel. "¡Bendito sea aquel, aquel día 29 de septiembre en el que profesé solemnemente ante la Inmaculada de Extramuros! Sentí deseos de darme a las almas y pensé: quizás iré a China. Hoy estoy ya en Chi– na y me siento feliz como entonces. ¡Qué hermosa me parece la vida del misionero!w (29-IX-47). Alejandro, que era un hombre tenaz, firme y tesone– ro para obrar desde convicciones una vez que las hubie– se adquirido, se entregó con alma y vida al estudio y a la vida de piedad. El Colegio de Teologia, con buenos profesores, se en– cuentra a digna altura intelectual; florece como se re– montan y florecen los teologados del país en los años de la postguerra. Alejandro sigue un programa académico que está integrado por estas materias: Teologia funda– mental, Teología dogmática, Teología moral, Sagrada Es– critura, Hebreo, Patrología, Derecho canónico, Arte y ar– queología cnst.Iana, Metodología, Regla franciscana, Historia de la Iglesia, Oratoria sagrada. Su calificación media ronda el 8. Todos notan en Alejandro un algo especial: entereza y profundidad en el espiritu. Un compañero se ha fijado en los momentos de después de la comunión; hubo ve– ces en que él lo vio como traspuesto en su rostro. Otro evoca los maitines nocturnos. Los estudiantes, en cali– dad de tales, en lugar de acudir diariamente a los maiti– nes de medianoche, lo hacían en días alternos, dividien– do el Colegio en dos grupos o coros. Parece que había facultad para que uno voluntariamente se levantase a diario; Alejandro lo hacía así. Alguien recuerda espontá– neamente las disciplinas de Urbasa. Los estudiantes de Teología tenían sus vacaciones veraniegas en la sierra de Urbasa, tiempo en el que obviamente se soslayaba el ejercicio trisemanal de la disciplina; a Alejandro se le oía disciplinarse. Y un religioso mayor, que en aquel en- 28

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