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dro tuvo alguna racha rarilla, es decir, que no daba la medida de su talla: algunas dulces canciones gallegas -acaso de las chicas de Porriño- que desdecían preci– samente de él... En fin, no son subrayados que haya que hacer. Alejandro no es el número uno de la clase, pero sus calificaciones quieren tirar hacia el sobresaliente. He aquí lo que dicen los libros académicos sobre las asig– naturas de aquellos tres años englobados como años de Filosofía: · Filosofía 8/8/7; Psicología experimental. 7; Física 8; Química 8; Cosmografía 8; Biología 8; Fisiología 9; His– toria 7; Economía 7. La vida colegial, sin la soledad característica del no– viciado, es una vida recoleta: serio estudio, observancia, oportunos esparcimientos, mínimos o casi nulos ejerci– cios de apostolado. El convento de capuchinos es un centro querido en la ciudad y en lo que se llama Tierra Estella. De la ciudad y los pueblos acudía mucha gente a confesarse. En Estella se va forjando más y más la personalidad humana y espiritual de Alejandro que llegará a la madu– rez en los años sucesivos. El retrato de Alejandro lo des– cribe verbalmente en cinco rasgos instantáneos un cor– dial compañero de carrera: Espíritu de servicio, siempre dispuesto a todo. Alegría, aquella sonrisa de sus labios. Ecuanimidad. Devoción a la Virgen. Y ¡celo misionero! Los cuatro años de teología; la madurez La plenitud ascensional de Alejandro, aquello por lo que él llamaba la atención entre sus compañeros, se ad– quiere en los cuatro años de Teología. Estamos ahora en Pamplona, en el convento de capuchinos situado extra– muros de la ciudad, en un lugar tranquilo y hermoso 27
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