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a Turís para quedarse un tiempo. A falta de cuartel, las autoridades militares obligaron a las familias a dar alo– jamiento a los soldados. Permanecieron un par de me– ses, y el 6 de julio todo el Batallón 134 se encaminó a pie a Chiva, doce kilómetros, para coger el tren a Gali– cía. La última etapa de su vida militar va a ser Porriño, provincia de Pontevedra Ya no hay guerra. Los solda– dos acuden al cuartel solamente para comer y dormir. "Las muchachas de Porriño sabían que nosotros éramos religiosos -escribe José Luís Zubeldia- y precisamente por eso mostraban más empeño en buscamos para charlar y hacer bromas con nosotros. Mostraban espe– cial interés por Alejandro, que era un real mozo·. Al final de agosto de 1939 los superiores consiguie– ron el licenciamiento de los religiosos. Las chicas de Po– rriño lo supieron y fueron a despedirles, pidiéndoles la dirección. "Alejandro -continúa José Luis-, con su ca– racterística sonrisa, les dijo: Es muy sencillo: Convento de Rocamador. Padres Capuchinos. Estella. Navarra·. Tres años de filósofo En Estella, iglesia de Ntra.. Sra. de Rocamador -pe– queña joya de arte románico en el camino de Santiago– Colegio de Filosofía de los capuchinos, se cumple la nueva etapa de tres años de vida religiosa, que corres– ponden al tiempo de sus votos temporales (1939-1942). Unos ejercicios espirituales predicados por el guardián de la comunidad, P. Antonio de )roz, antiguo provincial y maestro de novicios, templa a los soldados para que entren animosos en el ritmo de la vida claustral, tan di– ferente de las costumbres del cuartel y las trincheras. El uniforme militar fue la quiebra para muchas vo– caciones. Alejandro, por la protección de la Virgen santa del Pilar, por el estímulo que le dio un sencillo y santo varón, al que le conservó mucho agradecimiento, el P. Evangelista de Autol, mantuvo en píe sus ideales. Y con todo observan algunos compañeros que también Alejan- 26
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