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mo- su devoción a la Virgen. En una palabra, un novi– cio lleno de fervor. Y otro compañero de Sangüesa tiene un recuerdo: aquella sonrisa de bondad que le venía del alma. Terminó el noviciado e] 1S de agosto de 1938, fiesta de la Asunción de María: "Yo, Fray Manuel de Beizama, hago voto y prometo a Dios todopoderoso, a la biena– venturada Virgen Maria, al bienaventurado Padre nues– tro San Francisco, a todos los santos, y a ti, Padre, guar– dar Ja Regla de los frailes Menores, viviendo en obediencia, sin propio y en castidad". El ministro pro– vincial, que tenía entre sus manos las manos del profe– sante, respondía: "Y yo de parte de Dios, si estas cosas observares, te prometo la vida eterna·. Fray Manuel entonces bajó los ojos y respondió: - Amén. Fraile en traje de soldado Terminó el noviciado; el país estaba en guerra frater– na y Alejandro la iba a vivir en su carne. Apenas termi– nado el año de Sangüesa fue llamado a filas. Pertenecía a la Quinta del Biberón, así apodada por ser la más jo– ven de todas las que combatieron en la guerra civil. Jó– venes de 18 años, nacidos en 1920, tuvieron que coger las armas. Fue incorporado al Cuartel de Montaña de Pamplo– na, destinado a la Auditoría de Guerra del Ejército de Ocupación, cuyas oficinas estaban situadas cerca de la estación de autobuses. "Los capuchinos que trabajába– mos en la Auditoría -escribe un compañero- residía– mos en el convento de Capuchinos de Extramuros. Co– menzábamos el día despertándonos a las 6 menos cuarto para acudir a la Oración con la Comunidad. Des– pués rezábamos Prima y Tercia, oíamos Misa y desayu– nábamos. Acto seguido, hacíamos una lectura espiritual y de inmediato, despojándonos del hábito, subíamos en traje militar a la ciudad para trabajar en la Auditoria. Al mediodía bajábamos a Extramuros, y, dicha previamente 24

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