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señor para que llegue hasta ellos pues es el único que arriesga su vida por esta causa, así que dentro de unos quince días irá a hacer un reconocimiento de sus casas, tirarán regalos hasta llegar a notar en ellos aceptación, como se hizo con los que hasta ahora co– nocemos; esto se hará en helicóptero, y sabes, yo tam– bién estoy anotada a esta experiencia... si muero ¿no te parece mejor? no quiero mi popularidad ni mucho menos; ya la pudiera haber tenido pero me parece ridículo el escribir, el hacer propaganda de uno mis– mo. Ya me conoces ¿verdad? Inés es de una pieza; poca cosa de cuerpo pero de un temple terrible. Nada extraño que Inés, con su tem– peramento, haya creado algunas dificultades. Luz verde en el Consejo General La Superiora General recibió la carta de Inés y se sintió profundamente conmovida al ver tan en directo la talla de esta misionera. Se puso en contacto con la Su– periora Provincial de Inés, Hna. Berenice Sepúlveda y consultó el caso con el consejero general. El 2 de mayo escribe a Inés una carta de exquisita cordialidad. •¿Qué puedo decirte? Que siento una alegría honda por tu es– píritu misionero, por tu deseo de entregarte a los más pobres y hacer llegar el Evangelio a íos últimos'"'. Está plenamente de acuerdo con los puntos que indica Mon– señor, y dice a Inés que esta obra se lleve adelante co– mo proyecto asumido por la comunidad y contando con el discernimiento comunitario. Debe ir acompañada de alguien. ·Es imprescindible esta compañía, ¿será dificil conseguirla? Comprende, Inés, que tú no puedes ni de– bes hacerlo sola. Posiblemente sea difícil encontrar una Hna. porque se requiere, según parece, un talante espe– cialmente arriesgado. La solución seria alguna misionera laica.. n. Termina la carta llena de afecto: "Querida Inés, deseo con toda el alma que esto vaya adelante, que Jesús sea 232

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