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Estas notas de identidad pertenecen espiritualmente al acta de nacimiento del niño Alejandro, Alexaocolo. Durante ciertos años la fisonomía euskérica estuvo sote– rrada en su cuerpo; se despertó posteriormente, sin que este hombre amante de su tierra fuera nunca un radica– lizado ni un fanático. Al día siguiente de su nacimiento recibió las aguas bautismales. No más hacer el tonto La trayectoria de Alejandro que aquí nos interesa puede comenzar con una anécdota que protagonizó cuando tenía diez años, en verano de 1930. Su hermano Manuel, dos años mayor, había decidido ser capuchino; a la mañana siguiente iba a ingresar en el Seminario Se– ráfico de Alsasua. Los dos hermanos dormían en la mis– ma cama. Al ir a acostarse, según lo recordaba años más tarde el tío Francisco Ignacio que compartía la misma habitación, le dice Alejandro a Manuel: - Bueno, tú te marchas... No tardaré yo mucho tiempo aquí haciendo el tonto. Seguir en el caserío de Beizama y no arrancarse soñando en otras empresas espirituales, a este mucha– cho de diez abriles le parecía hacer el tonto. La anécdo– ta vale como auténtico retrato de Alex. El pequeño creció como entonces se vivía entre case– ros, sin lujos ni comodidades, pero sin que faltara lo ne– cesario, sobre todo el calor de la familia La hacienda era el ganado, las tierras del caserío y una pequeña granja de gallinas. Aparte de padres y hermanos comple– taban la familia el abuelo, ya achacoso, y el tío, de oficio cestero, que ayudaba igualmente en las faenas del case– río. En casa el rosario todas las noches, y en la parro– quia las numerosas devociones que entonces estaban en uso. Entre vacas y prados, maizales y sembrados de pa– tatas, pinos fragantes y duros robles, el pequeño Alejan– dro fue haciéndose muchacho. Era un chico rollizo, de 16

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