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I Misionero por gracia y por empeno Vasco de Beizama La vida de cada criatura comienza muy lejos, en las hondas raíces. Alejandro Labaka Ugarte vino al mundo el 19 de abril de 1920, en Casa Etxeberri (Casa Nueva), en un pueblo de las verdes montañas guipuzcoanas lla– mado Beizama. Hoy Beizama es un pueblecito de 200 habitantes; hace 70 años Beizama era bastante mayor. Fueron sus padres Ignacio María y Paula, matrimonio cristianísimo, bendecido con nueve retoños. Dos herma– nitos murieron recién nacidos. Alejandro es vasco. Esas son sus raíces de pueblo y etnia. Y esto no es un tópico ligero sino un dato que sig– nifica mucho. En decenios pasados ser vasco era, por lo genera), ser profundamente católico, con sencillas y re– cias convicciones. Ser vasco de puros apellidos era un fenómeno de sangre, cuerpo, alma y voz; un hecho que está ahí, ni bueno ni malo, antes de cualquier politiza– ción que enrarezca las cosas. En este sentido Alejandro es un típico ejemplar de su propia familia étnico-cultu– ral: un hombre fornido, de complexión robusta, buena voz, buen oído musical, con un dejo en su fonética que sin ser exagerado era justamente vasco. Esto lo conservó Alejandro siempre, a pesar de haber vivido casi toda su vida lejos de su patria pequeña. 15

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