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cilio. Justamente esa tarde volvía Alejandro por el río Yasuní de uno de los viajes a los Huaorani. Y lo que ocurrió fue esto: La hermana Laura de las Terciarias Capuchinas, nos sorprende con la noticia de la muerte del papa Paulo VI. Mi imaginación vuela a Roma para entre– mezclarse con los Obispos Ecuatorianos que han sido recibidos en audiencia especial, en el mes de diciem– bre de 1965 y escucha sus palabras envueltas en una alentadora sonrisa: - ¡Animo, ánimo... ! Estas palabras que me dijo refiriéndose a nuestro trabajo incipiente por aquellos años entre los Huao– ran~ cobraron hoy nueva significación (Crónica Huaoran~ 108). Una avioneta para los Aucas Se habían utilizado servicios aéreos para sobrevolar por tierra Huaorani. Desde el cielo se podría observar, y luego, localizados los nativos, empezar relaciones de amistad echando regalos. Alejandro, hombre emprende– dor, pensó que una avioneta, al servicio no de los capu– chinos, sino de la Misión era en aquellas circunstancias un vehículo de evangelización y de promoción de aque– llas gentes. En sus meses de Concilio se entrevistó con el Cardenal Prefecto de Propaganda Fide, y en carta del 15 de noviembre de 1965 formuló por escrito su solici– tud, pidiendo ayuda económica. Le informaba que un misionero de Aguarico, el P. José Manuel Astráin, se es– taba preparando para pilotada. Con la ayuda de la Con– gregación, de la institución católica alemana Adveniat y de distintas fuentes capuchinas y el apoyo del gobierno ecuatoriano, hubo avioneta. Era una Cesna 185 con ma– trícula de Ecuador HC-ALQ, que llegó a Coca en marzo de 1966, para ser pilotada por el piloto capuchino, que acababa de obtener su diploma en la escuela aeronáuti– ca de Guayaquil. 97
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