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PRÓLOGO CRÓNICAS, quince años después Contra el viento y la marea del tiempo o del olvido, este librito que confeccionamos a la muerte de Mons. Alejandro Labakal, ¡hace de ello más de 14 anos!, reuniendo algunos de sus papeles personales, no es– bozados por él para la publicación, se ha convertido en lo que podría– mos llamar, sin exageraciones, un clásico. No ya porque se hayan agotado ya tres ediciones, sin propaganda, pa– so a paso, con un empeñado interés, en un país donde la lectura es co– sa, para la mayoría, poco menos que extravagante. No sólo por eso. ¿Cuál es el secreto de la vigencia de estas páginas escritas a vuelaplu– ma, para uso inicial de sus compañeros los frailes capuchinos? En es– tos momentos se prepara una edición en italiano, otra se hará en Espa– ña por una editorial que nada sabe de asuntos religiosos. En Ecuador, con una notable ausencia de apoyos institucionales en personaje tan público, se imprime la cuarta edición. ¿Qué energía indeleble es la que mantiene viva, tantos afios después, esta CRÓNICA sobre las andan– zas de un misionero capuchino en un paraje perdido de la amazonía ecuatoriana? Hay una primera razón, tan paradójica como verdadera: para explicar esta permanencia comencemos por el desenlace. El fin de una vida per– mite juzgar su comienzo, está escrito. Es cierto especialmente en casos 1. Alejandro escribió su apellido La baca, incluso consta asi en las últimas firmas suyas de julio del 87. Sin embargo, sabemos que él, tan atento a la defensa de las lenguas propias de cada pue– blo. estaba haciendo los trámites legales para legalizar su apellido de acuerdo a lo que los lin– güistas consideran ta forma más auténtica det euskera: LABAKA. En esta edición nos hemos perm11ido dejarlo escrito así, tal como era su deseo final y la mejor ortografia de su idioma. 7

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