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Día 27 de abril. La partida. La despedída es verdaderamente solemne y festiva. Está presente el P. Gerardo, con atinadas observaciones de veterano misionero. Tam– bién nos despiden desde la aJta orilla del Napo los Hermanos de la Sa– lle con todos los niños de la escuela y las Hermanas Lauritas con las ni– ñas. Se adivina en los ojos de todos el regusto de que el Evangelio es una aventura como para entusiasmar a los jóvenes de hoy. Hasta hubo una foto en la balsa del puerto con todo el personal, especialmente con don Víctor, el artífice ingenioso de la trampa en la canoa. Poco después en el Destacamento Militar de Yasuní nos hemos identificado como ciudadanos de este mundo y viramos contra co– rriente, aguas arriba del Yasuní. - Oye, ¿traemos pltítano? ¡Tantos días sin comer plátano nos dará el es– corbuto! Traemos un poco de pan y galletas. -¡Ah!, eso suple. Con todo, compraremos un racimo donde los Coquinche o donde los Grefa. - Oye, ¡pero si venimos con Doctor de cabecera! El P. Manuel sonríe maliciosamente oyendo nuestras teorías case– ras y comienza su tarea de anotar escrupulosamente los datos más im– portantes de la jornada que iniciamos. Una vez más, hará honor a la exactitud que le caracteriza para estos menesteres. Desde ahora hablaremos en Huao. Eso hubiéramos querido, porque nos atenazaba la preocupación del desconocimiento de la lengua. Por eso, vamos pasando de mano en mano unos apuntes sobre la lengua de los Huaorani, pero son pocos los momentos que podemos concentrarnos suficientemente; además, la lluvia torrencial se encarga de burlarse de todos nuestros plásticos y dejamos, desde el prírner día, totalmente emborronados nuestros es– critos. Lo peor es que la lluvia parece borrar hasta lo poco que tenía– mos en la memoria. Optamos por observar los incidentes del viaje, admirar la natura– leza, contemplar a Ja boa que ni se movió de su puesto donde dormía y al caimán que se dejó deslizar perezosamente al fondo del río. Ob– servé que en el fondo verde amazónico de ambas orillas del Yasuní predominaban las flores rojas y las moradas. Antes decíamos que el rojo significaba el martirio y el morado, el sacrificio. 73
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