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seguridad, acompañada de sus hijas, a quienes no abandona en nin– gún momento. Observé, en cambio, que en las largas veladas nocturnas, en que se cuentan historias, cuentos y chistes, tornaron parte muy activa e inte– ligente, tanto mi madre Pahua, como Buganey y Teca, a quienes los va– rones escuchaban atentos, celebrando satisfechos sus gracias. Habla– ban desde la hamaca, colocada en sus respectivos ángulos familiares. Creo que estos momentos pueden ser de extraordinaria oportuni– dad de evangelizar al pueblo Huao por la participación misionera fe– menina. 8. Mea culpa. Confirmando todo lo anterior, tengo que confesar "mea culpa": Un día me disponía a salir por la estrecha puerta del bohío, cuan– do desde fuera entraba Buganey con un pequeñuelo. Me retiré un po– co, con deferencia, hasta que ella entrara, y con el mismo afán de defe– rencia, instintivamente apoyé mi mano en su hombro. Pero ella recha– zó con energía mi gesto, obligándome a aceptar con humildad mi equi– vocación. Dentro de la cortesía Huao están de más todos estos signos; lo que vale es la naturalidad. 9. Lección de geografía ecuatoriana. Uno de los días extendí ante ellos el mapa de Ecuador y me esfor– cé en explicar su ubicación, la de Coca, Pañacocha, Limoncocha y Nue– vo Rocafuerte. Quise hacerles comprender que podríamos comunicar– nos por el río Dicaron cuando se fuese la Compañía, porque nosotros vivimos en Nuevo Rocafuerte. Creo que comprendieron la idea por los comentarios que suscitó. Pero me llamó poderosamente la atención la observación de la inteligente Buganey: -Ten cuidado; porque los Tngneri viven ahí y te pueden matar con lanza. 10. "Buena Noticia". Otra de mís preocupaciones: ¿Cómo dar a entender con el mensa– je de la palabra la Buena Noticia, cuando desconozco completamente su lengua? El crucifijo colgado de mi cuello ha sido uno de los medios. 58
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