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Así también el vestirse, para ellos, será muy ocasional. Por esto creo que Dios ha querido guardar en este pueblo la manera de vivir la moral natural como en el Paraíso, antes del pecado. 6. Hábitos morales. Fue otro de los convencimientos personales de esta experiencia: Nada haríamos con vestir ropas a los Huaorani, sin antes hacerles comprender que deben rectificar lo malo que, por fragilidad humana, se haya introducido en su cultura. Y para esto será preciso siempre partir de las circunstancias condicionantes de la misma y de las cos– tumbres. En este punto observé la facilidad, o mejor la práctica casi ge– neralizada como algo ritual, de excitarse entre los varones frecuente– mente y siempre que hacen sus necesidades; amén de otros juegos de aspecto homosexual en sus largas tertulias familiares. Partir de su realidad me pidió bañarme con ellos o como ellos, o a la vista de jóvenes y niños, con toda naturalidad; intencionadamente hacer el aseo completo de varón adulto; permitir satisfacer la natural curiosidad de tocar y ver en lo que nos ven distintos, como, las partes vellosas del cuerpo. Pero ahí precisamente se me ofreció la ocasión de )– dar una lección, cuando uno de los adolescentes quiso excitarme y lo impedí con sonriente energía. El mismo me pidió a continuación que, al menos, lo hiciera personalmente ante ellos. - ¡No, 110; wi wnimo imba! - fue la respuesta. - ¡No, no; eso llO es bue110! Al regreso al bohío cada uno de los espectadores contó a ch icos y grandes lo sucedido y me remedaban diciendo: - ¡No, no; wí wnimo imbn! 7. Moral femenina. En contraste con lo anterior, la situación moral de la mujer la he visto milagrosamente revestida de dignidad y protección social de su propia cultura. Es realmente la reina del hogar, respetada y amada, adornada de una seguridad interna personal, que aparece en todo mo– mento, de que ella tiene su puesto junto a su esposo, que nadie la pue– de desear u ofender de hecho ni de palabra. Aunque las tertulias y los juegos sean en su presencia, nunca toman parte ellas, ni se ven reque– ridas a ello por los varones. Ella se dedica a sus trabajos con admirable 57

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