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Esta vez traigo una inquietud: ver cómo puedo hacer para inte– grarme en una familia Huaorani. La ocasión se me presenta al regreso de Buganey, cuando ella coge el hacha para ir a hacer leña para su fo– gón. Me ofrezco para ayudarle y ella acepta con naturalidad señalán– dome el tronco que tengo que partir. Después, viéndome todo sudado, me hace ademán de que puedo ir a bañarme. Me cambio de pantalón delante de ella, como ella ha hecho antes delante de mí, pero con la diferencia de que me quedo con la pantalo– neta de baño y me falta la sencillez, la seguridad y confianza que ella ha demostrado tener antes en sí misma y en mi. Invita a sus niños a acompañarme al baño y nos encarga la ollita para traer el agua. En la fuente me decido a imitar a Buganey, desnudándome y ha– ciendo que el niño mayorcito me eche el agua para refrescarme; des– pués yo lo hago con los dos niños, mientras la angelical Conta contem– pla sonriente la escena. Llega el esposo. Ompura viene con tres ardillas y una lora que ha cazado con la cer– batana. Se alegra de verme y escucha todo el relato que le van hacien– do al mismo tiempo la señora y los hijos. Examina los obsequios mien– tras la señora destripa las ardillas y cuidadosamente coloca sobre las brasas los menudillos. Pocos minutos después están comiendo los em– butidos naturales de ardilla, mientras todo lo demás lo han puesto a cocer dentro de la olla. Otra vez el helicóptero. Después de comer buenos trozos de carne de ardilla y de beber cal– do de ardilla, Ompura se pone en movimiento para prepararme la ca– ma. Le hago desistir de tumbar una chonta, dándole a entender que me basta con el plástico, las dos mantas y el mosquitero. Cuando todo estaba listo, serían las cinco de la tarde, comenzó a oírse el helicóptero que venía en dirección a las casas. Todos se pusie– ron en movimiento para preguntarme si venía a llevarme. Yo les decía que no, pero de hecho aterrizó en el bohío abandonado de la mañana y apagó los motores. No cabía duda, venían a buscarme. Por eso recogimos las cosas pa– ra emprender la marcha de tres kilómetros hasta el helipuerto. Ompu– ra se quedaba en casa. 48
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