BCPAM00R16-4-35000000000

durante el día, la abuela Ornare cantaba constantemente otras tonadas parecidas mientras tejía una ashanga o cestita. Ocurrió otro hecho muy significativo de lo que estamos hablando: Hacia las nueve de la maña– na comenzó a soplar a lo lejos un gran ventarrón, amenazando una li– gera tormenta. Toda la familia se puso en movimiento, tomando posi– ciones ya prefijadas, mientras en la casa vecina se oía un canto rítmico, cantado esta vez por Ompura, jefe de familia. Entre tanto, el joven me indicó que me pusiera el casco y también él se puso otro casco de los petroleros, obligándome a sentarme junto a él. Miraba constantemen– te de una puerta a la otra; al preguntarle yo qué es lo que pasaba me dijo dos o tres palabras, de las que tan sólo entendí "omuyn " que sig– nifica viento. Peticiones: El domingo, 19 de diciembre, me dediqué a anotar las peticiones en orden de mayor demanda. Las mujeres pedían: ollas de tamaño mediano y pequeñas, tazas y cucharas, vestidos para ellas y para los niños, agujas e hilos, espejos. Una me pidió collares. Esta misma anteriormente me pedía cerdos para la cría doméstica. Los hombres pedían: hachas, machetes y limas para afilar, anzuelos con suficiente seda', cartuchos para la única escopeta, linternas y pilas, animales domésticos: perros, con mucha insistencia y galli– nas y de árboles frutales pedían plantas de limón. Antes de la llegada del helicóptero les prometí volver trayéndoles algunas de estas cosas y quedarme con ellos algunos días y noches. Regreso al campamento. Hacia las cuatro de la tarde llegaba el helicóptero de Ecuavia con el capitán John, acompañado del mecánico de la Compañía, quien nos tomó algunas fotos. Mi llegada constituyó un acontecimiento para los obreros, y tuve que satisfacer muchas preguntas durante la cena. Como era domingo pensé invitarles a la Misa, pero me invadió una infección intestinal que me obligó a buscar la "amare " (selva). Cuando regresé la gente estaba 42

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz