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Ritual de recepción. Me dan a entender que vienen otras familias y me invitan a salir de la casa; todos salen conmigo. Inihua da unos gritos característicos contestando a otros signos convencionales que yo apenas he notado. A la llegada de los vecinos, les comunica la novedad. Este rito se repite por dos veces. Todos vienen desnudos desde la selva, donde han esta– do de pesca y de cacería. Este rito se cumplió de idéntica manera cuan– do, al día siguiente, llegaron otras familias. Apenas me quedan obsequios disponibles para los que van llegan– do pero los primeros agraciados se desprenden de algo para compar– tir con los familiares más próxímos. En este segundo día, cuando lle– garon la abuelita Ornare y otra mujer desnudas, no tenía sino una pan– taloneta azul de repuesto y el calzoncillo colgado secándose. La panta– loneta fue para la abuelita y el calzoncillo mojado para la otra mujer. Quise hacer la entrega a sus respectivos maridos para que ellos les die– sen a sus mujeres, pero me hicieron señas para que yo mismo les vis– tiera. Hasta ahora nunca había pensado que el "vestir al desnudo" del Evangelio pudiera tener ese alcance tan literal. La noche. Vigilia cantada. Nos acostamos muy temprano, apenas oscureció. La casa consta de un solo departamento: En un ángulo está el fogón, entre las hama– cas de los esposos lnihua y Pahua. En el otro costado se encuentran las restantes hamacas, quitadas a los obreros de la Compañía, con sus tol– dos y sus colchas, en dirección este-oeste. Mi cama la pusieron detrás, en dirección norte-sur, en el suelo, de manera que podemos damos la mano con el joven que duerme junto a mí en la hamaca. Estoy empa– pado de sudor y me quito la camisa y el pantalón. El joven que está junto a mí hace exactamente todo lo contrario, vistiéndose la camisa a cuadros de que se adueñó esta tarde. Una media hora mas tarde el jo– ven se incorporó, cogió una de las mantas más nuevas y me la entregó todo risueño. Confieso que agraded este gesto; así pude poner una manta debajo y cobijarme con la otra. Hacia la una de la madrugada pensé que estaba soñando: oía una letanía en un ritmo semitonado. Pero pronto me di cuenta que era una realidad: la dueña de la casa estaba cantando mientras avivaba el fo– gón desde su hamaca. Sentí una profunda sensación de respeto y ad– miración que hizo brotar de mi alma una sincera plegaria. 36 lt

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