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Aquí quisiera, Capitán Memo, a mis compañeros antropólogos, po– niéndose en evidencia y comprendiendo la inutilidad de muchas cosas a mis 41 años. Bañarme en cueros con ellos, orinar y defecar, limpiar– me el resto con toda humildad de mi respetable sacerdocio para que aprendan de una vez por todas. Me alegré al saber que tú anteriormen– te y sin hablamos tuviste que hacer lo mismo. Hay algo que me alegra por ti, por nuestros hermanos y por mí: les hemos mostrado tal afecto y comprensión que nos tienen una gran confianza y nos quieren. Nos ven con toda claridad como distintos a los otros, precisamente por ese amor y entrega incondicionales. Les he oído rezar a Huinuni y bendecirle, preguntar por El, y pasar furtivamente por la capilla diciendo: Esta es la casa de Jesús. ¿No querías internado para las minorías, Capitán Memo? Ya lo tie– nes para el futuro. Podría contarte multitud de anécdotas y pasajes emocionantes en esta Nueva Crónica Huaorani; pero prefiero no decir nada. Son las inyecciones que yo mismo necesito para seguir en esta brecha de fuego que el Señor nos dejó para rompernos la crisma. "El sanará nuestras heridas". Con esta carta te estoy diciendo que no tengas prisa. Descansa y to– ma el aire que luego ya vendrán los días vulgares. No te preocupes por ellos que te los vamos a cuidar como nuestros que son. Pero vete cra– neando el futuro a ver si con varias cabezas hacemos de éstos que aho– ra creen en Dios, creyentes en Jesús y ciudadanos de esta bella tierra tuya, el Ecuador que nos ha dado el pan y el sudor durante tantos años. Tu hermano JUAN SANTOS 174

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